El Comercio
Editorial | sábado 12/03/2011
El terrible terremoto que sacudió al Japón mueve la solidaridad con su pueblo y nos obliga a preguntar sobre nuestras precarias estructuras y los sistemas de prevención ante desastres, sismos y tsunamis.Japón es un país organizado. La tierra del sol naciente ha sufrido tremendas catástrofes naturales. Los terremotos, los maremotos y los tifones en esa zona del Asia han castigado históricamente a un pueblo que, pese a ser resignado, no se ha dormido.
Todo lo contrario, la prevención es la norma. En los primeros años del siglo pasado y tras una tragedia que causó miles de muertos, fue una causa nacional el estar preparados para atenuar los impactos sobre los seres humanos que los fenómenos naturales pueden ocasionar.
Los japoneses son gente organizada. Esa disciplina y cohesión social con una dosis de la herencia de una sabiduría milenaria les ha permitido afrontar con estoicismo las pruebas difíciles.
El Japón se preparó. La academia estudió y desarrolló altas técnicas constructivas para evitar en la mayor medida que el conocimiento permite los efectos desastrosos de los sismos y tsunamis. Hoy, el mundo mira a Japón y lo respeta. En las horas siguientes al peor terremoto que los nipones sufrieran en 140 años vinieron las muestras de solidaridad y también las alertas. Los países de las riberas del Pacífico tomaron precauciones.
El Gobierno del Ecuador reaccionó rápido. Es preferible prevenir que lamentar, dijeron. Una reacción a tiempo es mejor que una respuesta tardía que puede ocasionar desorden, pánico y caos. Tras las horas posteriores a la alarma del maremoto vienen la reflexión y las lecciones.
Ecuador es un país de alto riesgo. ¿Estamos preparados a fondo para afrontar terremotos, deslaves y tsunamis?