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Uno de sus objetivos fundamentales es el monitoreo sísmico permanente de la actividad de origen tectónico y volcánico del territorio nacional.

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Los volcanes activos son observados a través de diversas tecnologías.

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La tecnología comprende un conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. No es de sorprenderse que a diario aparezcan nuevas técnicas y revolucionarias teorías que permitan que la tecnología avance a pasos agigantados, facilitando procesos y resolviendo problemas dentro de diversas áreas del quehacer de la comunidad en general.


Desde su creación, el IG ha visto la necesidad de utilizar instrumentos que le permitan realizar una precisa vigilancia tanto en sísmica como en varios otros parámetros relacionados al vulcanismo.

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El científico estadounidense que se radicó en el país fundó el instituto geofísico de la politécnica nacional

Este investigador, quien llegó en 1972 a Ecuador, quedó encantado con los volcanes, en particular, con el Cotopaxi. Decidió quedarse en Quito y contribuir al estudio sísmico y volcánico.

Dr. Minard Hall
Científicos como Minard Hall nunca se jubilan. Este estadounidense, quien vive en Tumbaco, realiza estudios de campo junto a su esposa. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo

Su interés por conocer la dinámica de la Tierra surgió cuando Minard Hall vivía en su natal San Francisco, una ciudad estadounidense golpeada por varios terremotos. Cuando apenas era un niño vivió la primera gran ‘sacudida’ en el aula de clases de su escuela.

Con el tiempo se acostumbró a los temblores y a los simulacros que los profesores organizaban para prevenir en caso de emergencias. Él y sus compañeros aprendieron a salir en fila india del salón de clases en forma ordenada y sin empujarse; siempre tomados de las manos.

En esta ciudad, caracterizada por su intensa actividad sísmica, creció este geólogo, fundador del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. Hall nunca dudó en seguir esta carrera ni sacrificar horas de sueño para comprender lo que ocurre en el interior de un planeta que está en permanente movimiento.

Casi a la par de su pasión por la Geología, creció su interés por el andinismo, una actividad que le permitió aproximarse más a la naturaleza. Cuando finalizó los estudios universitarios decidió seguir el doctorado en Geología en Cleveland, Ohio, donde se especializó en Petrología y Geoquímica.

Al finalizar su especialización tomó un avión rumbo a América Latina, un continente que siempre quiso conocer desde que inició sus estudios universitarios. “Siempre pensé ir a otro país. Mi intención no era trabajar en Estados Unidos”. El primer país que visitó en Latinoamérica fue Colombia.

Llegó a Bogotá con muchas expectativas, porque fue contratado como catedrático del Departamento de Geología de la Universidad Nacional de Bogotá.

En esta ciudad permaneció alrededor de 2 años. “En Bogotá, en las proximidades de la Cordillera Real, no hay volcanes, así que pensé en seguir viajando con el interés de verlos de cerca”. Llegó a Quito en 1972 por una invitación que le extendió la Politécnica Nacional para reabrir la Facultad de Geología, Petróleos y Minas.  
Tierra de los volcanes

Al conocer la capital de Ecuador quedó encantado con los volcanes que la rodean y no dudó en radicarse en esta ciudad. Cuando dictaba la cátedra de Geología, solía llevar a sus estudiantes de la facultad al campo para que comprendieran los fenómenos volcánicos.

Sus primeras publicaciones giraron en torno a los peligros potenciales del volcán Cotopaxi, uno de los  preferidos de Hall.

Aunque las obligaciones académicas copaban la mayor parte de su tiempo, el geólogo estadounidense siempre encontraba tiempo para practicar andinismo.

Un tiempo después de incorporarse a la Politécnica Nacional,  pensó en la posibilidad de conformar un centro de estudios dedicado al estudio del volcanismo y de los riesgos sísmicos.

Ambas áreas, pese a su importancia, eran prácticamente desconocidas en Ecuador. La propuesta de este geólogo, que pronto se divulgó en la Politécnica, fue bien recibida y finalmente su propuesta se materializó a principios de la década del 80.

Desde el principio, el propósito del Instituto Geofísico, creado en 1983, fue estudiar la actividad volcánica y sísmica del país. En ese año, Minard Hall fue nombrado director de esta entidad, posición que desempeñó hasta 1997.

En un principio, eran pocos los investigadores que trabajaban con él en la institución, entre ellos Hugo Yepes, exdirector del Geofísico; y el vulcanólogo Patricio Ramón.

Con el transcurso del tiempo se incorporó un mayor número de investigadores, algunos provenientes del Observatorio Astronómico, situado en el parque La Alameda, donde en la década del 70 se realizaban tareas de monitoreo sísmico.

“Vinieron algunos técnicos del observatorio, incluida la secretaria”, recuerda. En aquella época, indica, los ecuatorianos aún no entendían la importancia de estudiar los eventos sísmicos y los volcanes, pero, a pesar del poco interés, consiguió que el Instituto Geofísico fuera reconocido en el exterior.

Gracias a su gestión, y al apoyo de sus colegas, esta institución fue reconocida, en 1992, por ser el mejor programa a escala mundial en la mitigación de desastres.

Además, esta entidad consiguió varios proyectos financiados por la Organización de Asistencia en casos de Desastres de las Naciones Unidas, Undro, y de AID de Estados Unidos, así como otros proyectos con la ayuda de la Organización de Estados Americanos (OEA).    

Según los registros del geofísico, con toda la ayuda financiera fue posible adquirir la instrumentación que permitió enfrentar las reactivaciones de los volcanes Guagua Pichincha, Tungurahua, Cotopaxi y Reventador, en 1998. El Instituto Geofísico incluso recibió el Premio Internacional Sasakawa de las Naciones Unidas.  

Bajo la dirección de Minard Hall, el Instituto Geofísico se convirtió en un centro de monitoreo e investigación de los fenómenos volcánicos y sísmicos. El trabajo de los vulcanólogos y geólogos, muchos formados por Hall, generan importantes reportes sobre la actividad sísmica y dan alertas tempranas frente a las amenazas volcánicas.

El científico reside hace años en Tumbaco. En los alrededores de su vivienda no se observan casas ni hay carreteras próximas. En este lugar tan apacible vive con su esposa, la vulcanóloga Patricia Mothes, con quien ha desarrollado varias investigaciones publicadas en revistas internacionales.

Ambos investigadores, provenientes de Estados Unidos, han descubierto nuevos volcanes en la Cordillera Real, en sus continuas salidas de campo.

Hace más de 6 años, identificaron nuevos volcanes y los denominaron Lavas de Baeza, El Dorado, Centro Cosanga y otros. Los fines de semana -comenta- son el momento ideal para emprender nuevos recorridos y efectuar nuevos hallazgos.

Sus colegas comentan que lo poco que se conocía sobre volcanismo en Ecuador antes de que el Instituto Geofísico comenzara a funcionar, provenía del geógrafo alemán Teodoro Wolf. Con la contribución de Minard, este campo evolucionó. Por su aporte, lo consideran el mayor pilar de la vulcanología en Ecuador. Hall no tiene poses; nunca las tuvo. Confiesa que mientras tenga fuerzas seguirá recorriendo los volcanes. Los científicos, como él, nunca se jubilan.

DATOS

Minard Hall sigue activamente involucrado en investigaciones y los fines de semana, con frecuencia, realiza estudios de campo. Tiene una oficina en el Instituto Geofísico.

En su casa, situada en Tumbaco, tiene una huerta y un espacio para cultivar orquídeas. Siempre tiene tiempo para cuidar a sus 6 perros, que encontró en la calle, la mayoría, y los llevó a su vivienda.

Al académico le gusta la fritada con tortilla de papa y mote. Siempre que tiene la oportunidad compra una porción, porque su esposa, Patricia Mothes, mantiene una dieta vegetariana.

Este investigador incansable también ha realizado numerosos estudios de los volcanes del archipiélago de Galápagos. Dedicó muchos esfuerzos para conocer las islas y su historia natural. Según el geofísico, alrededor de 30 viajes hizo a las islas, muchos con personal del Instituto Smithsoniano de Washington DC. Sus investigaciones en el archipiélago fueron publicadas en la prestigiosa revista Science.

Andrea Rodríguez
El Telégrafo, noticia publicada el 29/04/2015

Miércoles, 16 Agosto 2017 13:05

El terremoto de Ibarra del 16 de Agosto de 1868

A la una y cuarto de la mañana del 16 de Agosto de 1868, dos sacudimientos sísmicos grandes separados pocos segundos arruinaron a la provincia de Imbabura. Las ciudades de Ibarra, Atuntaqui, Cotacachi, Otavalo y Urcuquí fueron completamente destruidas, así como muchos pueblos de sus alrededores. Según Pedro Fermín Cevallos, Otavalo perdió de 2500 a 3000 habitantes sin contar heridos y mutilados, Cotacachi 1300, Ibarra de 1200 a 1300, Urcuquí y sus alrededores 1200; Atuntaqui, Salinas, Tumbabiro e Imantag, algo más de 2300. El autor indica: “Para un sacudimiento como el de entonces, no cabía escape para edificios ni para mortales, pues fácilmente cayeron de cuajo los templos levantados sobre cimientos y muros de cal y canto como las casas construidas sobre adobes, de uno o dos pisos”. El Dr. García Moreno, nombrado Jefe Civil y Militar de la provincia indica que el terremoto dejó de 15 a 20.000 muertos (Amílcar Varela).

El terremoto de Ibarra del 16 de Agosto de 1868

Fig. 1 - Dibujo de las Ruinas de la catedral de Ibarra, por Riou, según croquis de Edouard André (1875-1882).


A la una y cuarto de la mañana del 16 de agosto de 1868, dos sacudimientos sísmicos grandes separados pocos segundos arruinaron a la provincia de Imbabura. Las ciudades de Ibarra, Atuntaqui, Cotacachi, Otavalo y Urcuquí fueron completamente destruidas, así como muchos pueblos de sus alrededores. Según Pedro Fermín Cevallos, Otavalo perdió de 2.500 a 3.000 habitantes sin contar heridos y mutilados, Cotacachi 1.300, Ibarra de 1.200 a 1.300, Urcuquí y sus alrededores 1.200; Atuntaqui, Salinas, Tumbabiro e Imantag, algo más de 2300. El autor indica: “Para un sacudimiento como el de entonces, no cabía escape para edificios ni para mortales, pues fácilmente cayeron de cuajo los templos levantados sobre cimientos y muros de cal y canto como las casas construidas sobre adobes, de uno o dos pisos”. El Dr. García Moreno, nombrado Jefe Civil y Militar de la provincia indica que el terremoto dejó de 15 a 20.000 muertos (Amílcar Varela).

Los efectos se sintieron también en el campo: “Los cerros se desquiciaron y la tierra se corrió como el agua en varios puntos. Los ríos se represaron con los derrumbes de las lomas y con sus desestancamientos hubieron espantosos aluviones que barrieron los bosques” (Teodoro Gómez de la Torre, citado por Amílcar Varela). Los deslizamientos de las estribaciones de los volcanes de la provincia como el Yanahurco, Cotacachi e Imbabura taponaron algunas quebradas y se generaron aluviones que cubrieron extensas zonas (El Ejido de Caranqui, la Banda, y la Calera en Cotacachi fueron zonas cubiertas por estos aluviones). Debido a la destrucción de los caminos, la comisión médica enviada desde Quito llegó a la provincia de Imbabura siete días después del terremoto.

El terremoto de Imbabura del 16 de agosto de 1868
Foto 1. Rafael Troya "Terremoto de Ibarra de 1868" (1895). Colección Centro Cultural el Cuartel, Ibarra.


La población sobreviviente de Ibarra se reasentó en la zona de la parroquia La Esperanza. Tres años y seis meses más tarde retornaron a su antigua localidad.

La magnitud estimada del sismo en base a la distribución de intensidades de 7.3 (Beauval y colaboradores 2010), que lo convierte en uno de los terremotos más grandes generado por fallas tectónicas de la corteza continental en el país. Identificar la fuente sísmica de este terremoto se ha convertido en una tarea difícil y compleja por la falta de información sismológica en esa época ya que la primera estación sísmica en el país se instaló 36 años más tarde. Se han realizado estudios neotectónicos donde se ha conjeturado que el terremoto se habría originado en la falla tectónica de Otavalo (Eguez y colaboradores, 2003) o en el sistema de fallas de Billecocha (Saqui, 2019 y Jomard et al., 2021) que se encuentra en los páramos de la cordillera occidental, entre el Cotacachi y el Yanahurco.

Es importante señalar que el terremoto de Imbabura fue precedido por otro evento de menor magnitud con epicentro en zona de El Angel, provincia del Carchi, que ocurrió cerca de las 16h00 del 15 de agosto y que afectó a las poblaciones de El Ángel y Mira. Este sismo ha sido atribuido a la falla tectónica El Angel que está descrita por Eguez y colaboradores (2003).

El Instituto Geofísico mantiene la vigilancia y el estudio sísmica de la provincia de Imbabura con una red de 6 estaciones sísmicas, cuatro en los alrededores de Cuicocha, una en el flanco occidental del Imbabura, en Chachimbiro, incluyendo una estación de la Red Mundial y cinco acelerógrafos instalados en las zonas urbanas Ibarra, Otavalo, Atuntaqui y Cotacachi.


M. Ruiz Romero
Instituto Geofísico
Escuela Politécnica Nacional

Fragmentos tomados del documento original EL TERREMOTO DE RIOBAMBA

de 4 de febrero de 1797

Autor: Jose Egred A.

Instituto Geofísico - Escuela Politécnica Nacional

 

El terremoto de 1797 es el de mayor intensidad entre los que ocurridos en nuestro territorio, afirmación que se funda en los efectos que tuvo. Incluso fue uno de los más grandes del continente, si nos atenemos a lo que testifican varios manuscritos en los que se lo catalogó como "... el temblor más formidable que se haya experimentado desde el descubrimiento de América hasta aquel día..." En la villa de Riobamba fue tal la destrucción, que los sobrevivientes no juzgaron conveniente reconstruirla en el mismo sitio, ya que a más de la destrucción total de las construcciones, el represamiento del río que atravesaba la villa amenazaba con un futuro desbordamiento. Entonces, en concordancia con las autoridades de la Real Audiencia de Quito y luego de largas y engorrosas deliberaciones y análisis de carácter geográfico, político, social y religioso que formaron voluminosos expedientes y demandaron un considerable tiempo, decidieron finalmente el cambio de sitio de la ciudad al lugar que hoy ocupa. No todos los pobladores quedaron satisfechos con la decisión, pero ante la orden terminante del presidente de Quito, lo aceptaron y Riobamba fue reconstruida desde la nada. Otras poblaciones también intentaron mudarse de sitio, para lo cual el presidente ordenó que se le informara la realidad en que se encontraban, las razones para solicitar el cambio y el lugar al que deseaban trasladarse. Algunos poblados y villas como Ambato lo intentaron pero finalmente tal propósito no se concretó o los cambios fueron mínimos.

Los efectos del terremoto no se limitaron a la destrucción de ciudades y pueblos de la zona central del Valle Interandino, pues fue tal la energía liberada, que se alteró la configuración topográfica de montes, valles y ríos de la región, con el desplome cerros completos, valles que se rellenaron, ríos que cambiaron de curso, desaparición de haciendas enteras por los deslizamientos o en grietas de increíble magnitud. El terreno se hundió en unos lugares y se levantó en otros. En resumen, en una extensa zona cambió por completo el paisaje. Traduciendo lo anterior a términos sismológicos, se debe decir que ocurrieron casi todos los fenómenos asociados con los terremotos, tales como: fallas en la superficie, levantamientos y hundimientos del suelo, licuefacciones, deslizamientos, grietas, ondas observadas en la tierra, represamientos de ríos, avalanchas, ruidos subterráneos y posible volcanismo asociado. El área macrosísmica, de acuerdo a la división política actual, va desde el sur de la provincia de Chimborazo hasta la zona central de la provincia de Pichincha, a lo ancho de todo el Valle Interandino.

En Riobamba la mayoría de casas cayó desde sus cimientos, perdiéndose hasta el trazado de las calles. A la destrucción causada por la vibración del suelo, se sumó el deslizamiento del monte Cullca -al pie del cual se encontraba la ciudad- sepultando tres barrios, hasta la plaza de La Merced, con un volumen de tierra que hizo imposible rescatar personas o bienes. De acuerdo con el plano de la antigua Riobamba y la ubicación de la plaza de La Merced, se cubrió aproximadamente la cuarta parte de la ciudad. Quedaron destruidas todas las iglesias y conventos, edificios públicos, el hospital y sus seis escuelas. Muchas otras poblaciones del corregimiento de Riobamba, también fueron prácticamente arrasadas y en general todas sus parroquias experimentaron daños mayúsculos. Ambato y las poblaciones de su Corregimiento corrieron similar suerte. En lo que hoy constituye la provincia del Cotopaxi, Latacunga fue la localidad más destrozada. Efectos de consideración se presentaron desde Guaranda hasta Machachi y con intensidad decreciente llegaron hasta Quito por el norte y posiblemente Cuenca por el sur.

El sismo fue sentido por el norte hasta Popayán y por el sur hasta Piura y en sentido esteoeste, desde la costa hasta el Napo, o seguramente más lejos, pues esto no se puede precisar porque los territorios orientales casi no estaban colonizados.

El número de víctimas será imposible determinarlo con exactitud, pues si bien el presidente de Quito ordenó realizar una conteo prolijo de los muertos, agrupándolos "por castas sociales", los resultados no fueron satisfactorios por varios motivos, entre ellos, la circunstancia de que muy poco se tomó en cuenta a los estratos sociales bajos. A los indígenas de los sectores rurales no se les prestó mayor atención ni siquiera en los lugares más próximos y peor aún en sitios alejados donde, a más de las personas que murieron bajo los escombros de casas y chozas, los derrumbes y las avalanchas causaron gran mortandad imposible de ser constatada.

 

El documento original se encuentra en: http://www.igepn.edu.ec/index.php/publicaciones-para-la-comunidad/el-terremoto-de-riobamba-de-1797.html

06 de diciembre de 2011

(CNN) — La devastadora pared de agua que golpeó Japón en marzo pasado fue el resultado de al menos dos olas que se combinaron para crear un tsunami más poderoso, informaron científicos el lunes.

Dorsales oceánicas y montañas bajo la superficie del agua canalizaron las marejadas creadas por el sismo de 9 grados de magnitud, que golpeó la costa de Japón, reuniéndolas en mar abierto para formar un “tsunami en fusión”, de acuerdo con investigadores de la NASA y de la Universidad Estatal de Ohio.

El sismo y el tsunami mataron a 15,840 personas, de acuerdo con el más reciente número de víctimas, y causaron una crisis nuclear en la planta de Fukushima Daiichi.

Los datos de satélite permitieron a los investigadores darse cuenta de cómo se formó el tsunami y su fuerza destructiva.

“Nadie había observado en definitivo un tsunami en fusión hasta hoy”, dijo mediante un comunicado Y. Tony Song, científico investigador del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, California.

Los resultados de la investigación pueden ayudar a predecir el riesgo de tsunamis en el futuro.

“Podemos usar lo que aprendimos para realizar mejores pronósticos de peligro de tsunami en regiones costeras específicas en cualquier parte del mundo”, aseguró el profesor C.K. Shum, de la Universidad Estatal de Ohio.

Fuente: http://cnnespanol.cnn.com/2011/12/06/el-tsunami-que-golpeo-japon-fue-una-combinacion-de-fuertes-olas/