El científico estadounidense que se radicó en el país fundó el instituto geofísico de la politécnica nacional
Este investigador, quien llegó en 1972 a Ecuador, quedó encantado con los volcanes, en particular, con el Cotopaxi. Decidió quedarse en Quito y contribuir al estudio sísmico y volcánico.
Su interés por conocer la dinámica de la Tierra surgió cuando Minard Hall vivía en su natal San Francisco, una ciudad estadounidense golpeada por varios terremotos. Cuando apenas era un niño vivió la primera gran ‘sacudida’ en el aula de clases de su escuela.
Con el tiempo se acostumbró a los temblores y a los simulacros que los profesores organizaban para prevenir en caso de emergencias. Él y sus compañeros aprendieron a salir en fila india del salón de clases en forma ordenada y sin empujarse; siempre tomados de las manos.
En esta ciudad, caracterizada por su intensa actividad sísmica, creció este geólogo, fundador del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. Hall nunca dudó en seguir esta carrera ni sacrificar horas de sueño para comprender lo que ocurre en el interior de un planeta que está en permanente movimiento.
Casi a la par de su pasión por la Geología, creció su interés por el andinismo, una actividad que le permitió aproximarse más a la naturaleza. Cuando finalizó los estudios universitarios decidió seguir el doctorado en Geología en Cleveland, Ohio, donde se especializó en Petrología y Geoquímica.
Al finalizar su especialización tomó un avión rumbo a América Latina, un continente que siempre quiso conocer desde que inició sus estudios universitarios. “Siempre pensé ir a otro país. Mi intención no era trabajar en Estados Unidos”. El primer país que visitó en Latinoamérica fue Colombia.
Llegó a Bogotá con muchas expectativas, porque fue contratado como catedrático del Departamento de Geología de la Universidad Nacional de Bogotá.
En esta ciudad permaneció alrededor de 2 años. “En Bogotá, en las proximidades de la Cordillera Real, no hay volcanes, así que pensé en seguir viajando con el interés de verlos de cerca”. Llegó a Quito en 1972 por una invitación que le extendió la Politécnica Nacional para reabrir la Facultad de Geología, Petróleos y Minas.
Tierra de los volcanes
Al conocer la capital de Ecuador quedó encantado con los volcanes que la rodean y no dudó en radicarse en esta ciudad. Cuando dictaba la cátedra de Geología, solía llevar a sus estudiantes de la facultad al campo para que comprendieran los fenómenos volcánicos.
Sus primeras publicaciones giraron en torno a los peligros potenciales del volcán Cotopaxi, uno de los preferidos de Hall.
Aunque las obligaciones académicas copaban la mayor parte de su tiempo, el geólogo estadounidense siempre encontraba tiempo para practicar andinismo.
Un tiempo después de incorporarse a la Politécnica Nacional, pensó en la posibilidad de conformar un centro de estudios dedicado al estudio del volcanismo y de los riesgos sísmicos.
Ambas áreas, pese a su importancia, eran prácticamente desconocidas en Ecuador. La propuesta de este geólogo, que pronto se divulgó en la Politécnica, fue bien recibida y finalmente su propuesta se materializó a principios de la década del 80.
Desde el principio, el propósito del Instituto Geofísico, creado en 1983, fue estudiar la actividad volcánica y sísmica del país. En ese año, Minard Hall fue nombrado director de esta entidad, posición que desempeñó hasta 1997.
En un principio, eran pocos los investigadores que trabajaban con él en la institución, entre ellos Hugo Yepes, exdirector del Geofísico; y el vulcanólogo Patricio Ramón.
Con el transcurso del tiempo se incorporó un mayor número de investigadores, algunos provenientes del Observatorio Astronómico, situado en el parque La Alameda, donde en la década del 70 se realizaban tareas de monitoreo sísmico.
“Vinieron algunos técnicos del observatorio, incluida la secretaria”, recuerda. En aquella época, indica, los ecuatorianos aún no entendían la importancia de estudiar los eventos sísmicos y los volcanes, pero, a pesar del poco interés, consiguió que el Instituto Geofísico fuera reconocido en el exterior.
Gracias a su gestión, y al apoyo de sus colegas, esta institución fue reconocida, en 1992, por ser el mejor programa a escala mundial en la mitigación de desastres.
Además, esta entidad consiguió varios proyectos financiados por la Organización de Asistencia en casos de Desastres de las Naciones Unidas, Undro, y de AID de Estados Unidos, así como otros proyectos con la ayuda de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Según los registros del geofísico, con toda la ayuda financiera fue posible adquirir la instrumentación que permitió enfrentar las reactivaciones de los volcanes Guagua Pichincha, Tungurahua, Cotopaxi y Reventador, en 1998. El Instituto Geofísico incluso recibió el Premio Internacional Sasakawa de las Naciones Unidas.
Bajo la dirección de Minard Hall, el Instituto Geofísico se convirtió en un centro de monitoreo e investigación de los fenómenos volcánicos y sísmicos. El trabajo de los vulcanólogos y geólogos, muchos formados por Hall, generan importantes reportes sobre la actividad sísmica y dan alertas tempranas frente a las amenazas volcánicas.
El científico reside hace años en Tumbaco. En los alrededores de su vivienda no se observan casas ni hay carreteras próximas. En este lugar tan apacible vive con su esposa, la vulcanóloga Patricia Mothes, con quien ha desarrollado varias investigaciones publicadas en revistas internacionales.
Ambos investigadores, provenientes de Estados Unidos, han descubierto nuevos volcanes en la Cordillera Real, en sus continuas salidas de campo.
Hace más de 6 años, identificaron nuevos volcanes y los denominaron Lavas de Baeza, El Dorado, Centro Cosanga y otros. Los fines de semana -comenta- son el momento ideal para emprender nuevos recorridos y efectuar nuevos hallazgos.
Sus colegas comentan que lo poco que se conocía sobre volcanismo en Ecuador antes de que el Instituto Geofísico comenzara a funcionar, provenía del geógrafo alemán Teodoro Wolf. Con la contribución de Minard, este campo evolucionó. Por su aporte, lo consideran el mayor pilar de la vulcanología en Ecuador. Hall no tiene poses; nunca las tuvo. Confiesa que mientras tenga fuerzas seguirá recorriendo los volcanes. Los científicos, como él, nunca se jubilan.
DATOS
Minard Hall sigue activamente involucrado en investigaciones y los fines de semana, con frecuencia, realiza estudios de campo. Tiene una oficina en el Instituto Geofísico.
En su casa, situada en Tumbaco, tiene una huerta y un espacio para cultivar orquídeas. Siempre tiene tiempo para cuidar a sus 6 perros, que encontró en la calle, la mayoría, y los llevó a su vivienda.
Al académico le gusta la fritada con tortilla de papa y mote. Siempre que tiene la oportunidad compra una porción, porque su esposa, Patricia Mothes, mantiene una dieta vegetariana.
Este investigador incansable también ha realizado numerosos estudios de los volcanes del archipiélago de Galápagos. Dedicó muchos esfuerzos para conocer las islas y su historia natural. Según el geofísico, alrededor de 30 viajes hizo a las islas, muchos con personal del Instituto Smithsoniano de Washington DC. Sus investigaciones en el archipiélago fueron publicadas en la prestigiosa revista Science.
Andrea Rodríguez
El Telégrafo, noticia publicada el 29/04/2015