Desde principios de 1877, el Cotopaxi había empezado nuevamente a presentar emisiones de ceniza y explosiones de tamaño pequeño a moderado. Para junio del mismo año, la actividad se había incrementado notablemente, tanto así que el día 26 se produjo una fase eruptiva de magnitud suficiente para formar flujos piroclásticos y en consecuencia lahares primarios.
Figura 1.- Emisión de Gases del Volcán Cotopaxi, captada desde un sobrevuelo de monitoreo el 27 de octubre de 2022 (Foto: M. Almeida).
Las crónicas de los hechos ocurridos en ese día, realizadas por Luis Sodiro (1877) y Teodoro Wolf (1878), hablan de “derrames de lavas” que se desbordaron desde el cráter del Cotopaxi. Sin embargo, el fenómeno que ambos autores describen no corresponde a “flujos de lava”, sino más bien a “flujos piroclásticos”. Este tipo de confusión de términos es común en las descripciones antiguas, pero en base a la descripción en los relatos y los depósitos producidos durante este evento se logra una adecuada desambiguación. Wolf explica también que los “flujos piroclásticos” fueron derramados en un intervalo de tiempo de entre 15-30 minutos, enfatiza además que el fenómeno tuvo lugar de forma violenta, con una “gran ebullición de las masas que rápidamente cubrieron todo el cono del Cotopaxi”.
Aunque los flujos piroclásticos fueron importantes, el fenómeno más remarcable de todos los sucedidos el 26 de junio de 1877 corresponde a los lahares primarios (flujos de lodo y escombros) que descendieron por los ríos Pita, Cutuchi y Tamboyaku, sobre todo por la gran destrucción que provocaron a lo largo de los tres drenajes principales del volcán. Ambos autores concluyeron que el origen de los “gigantescos lahares” fue el súbito y extenso derretimiento que sufrió parte del glaciar del Cotopaxi al tomar contacto con los “flujos piroclásticos”.
Figura 2.- Volcán Cotopaxi visto desde la Parroquia de Mulaló en 1872 (Pintura: Rafael Troya).
Lo más destacable de este evento es que en la mayoría de los casos, los lahares fueron tan caudalosos que rebosaron fácilmente los cauces naturales de los ríos, provocando extensas inundaciones de lodo y destrucción en las zonas aledañas. Según Wolf, los lahares tuvieron velocidades tales que se tardaron algo más de media hora en llegar a Latacunga, poco menos de 1 hora en llegar el Valle de los Chillos, cerca de tres horas en llegar a la zona de Baños (Tungurahua) y cerca de 18 horas en llegar a la desembocadura del río Esmeraldas en el océano Pacífico. Asombrado, Sodiro escribió que los lahares fluían con gran ímpetu “sin que nada pudiese […] oponer algún dique a su curso destructor, ni siquiera presentarle la más mínima resistencia”.
Finalmente, como en todas sus erupciones, el Cotopaxi también produjo una importante lluvia de ceniza el 26 de junio de 1877. Este fenómeno ocurrió principalmente en las zonas que se encuentran al occidente y nor-occidente del volcán, debido a la dirección predominante de los vientos. Una de las poblaciones más afectadas por la lluvia de ceniza ese día fue Machachi, donde se depositó una capa de casi 2 cm de espesor. En Quito la acumulación llegó a los 6 mm, siendo menor en Latacunga y ausente al sur de Ambato (Sodiro, 1877). Más hacia el occidente, en las estribaciones de la Cordillera Occidental y en la Costa ecuatoriana, la caída de ceniza parece haber sido muy extensa y haber durado por varios días.
La erupción del 26 de junio de 1877 puede ser considerada como la “erupción típica” del Cotopaxi en cuanto tiene que ver con los fenómenos volcánicos ocurridos. Sin embargo, los estudios geológicos y volcanológicos del Cotopaxi indican que este volcán es incluso capaz de dar lugar a eventos de mayor tamaño.
Figura 3.- Infografía, el mapa de amenazas del volcán Cotopaxi.
Actualmente estamos atravesando un nuevo proceso eruptivo del volcán Cotopaxi el cual empezó a el 22 de octubre de 2022. El proceso es de baja magnitud, pero ha puesto en alerta a todos recordándonos lo peligroso que puede llegar a ser en caso de registrarse una erupción de gran magnitud. Los mapas de amenaza actuales han sido construidos considerando un escenario análogo al de la erupción de 1877, pensando en que este escenario es un “máximo probable” de ocurrir.
Al día de hoy, la actividad del Cotopaxi es catalogada como Superficial Moderada con Tendencia Descendente e Interna Moderada con Tendencia Descendente y si bien por ahora no existen señales de que una erupción grande se aproxime, la historia eruptiva del volcán sugiere que lo más probable es que veamos una erupción grande en los próximos años o décadas.
Lo más importante es permanecer informados ¿Sabes dónde está tu casa? ¿Tu lugar de trabajo? ¿La escuela de tus niños? Conoce y explora el Mapa de peligros:
D. Sierra, S. Hidalgo
Instituto Geofísico
Escuela Politécnica Nacional